Cuando se dan una serie de
elementos químicos, que combinándolosproducen una solución perfecta, es lo sucedido en la noche del viernes
19 de febrero en el Auditorio Manuel de Falla.
La interpretación de dos obras geniales de dos
compositores de la literatura tradicional musical clásica comoson Franz SCHUBERT y Johannes BRAHMS,
considerados como genios,(valga la repetición), aderezándolas con una orquesta
doctorada de profesionales de una altísima calidad, dirigidos por Joseph
SWENSEN, (Véase sutrayectoria
profesional en el programa de mano del concierto),violín y director, nombrado Principal Director Invitado de la Orquesta
Ciudad de Granada, dan como resultado el disfrute de todos los asistentes.
Percibimos emocionalmenteuna velocidad de ejecución justa aplomada, con
sus silencios donde la textura musical luce,
percibiendo la tímbrica instrumental independiente en todos sus modos y tonos, nos conducen a las bellas melodías temáticas
con el intercambio de células que se
desarrollan construyendo el armazón coherente de la obra .En definitiva una
buena ejecución.
Evento brillantísimo un lujo
para nuestra ciudad, que se repite con frecuencia, viéndololos melómanos como normal pero que se tiene
que valorar por la críticaa nivel
nacional, para orgullo y fama de nuestra orquesta.
Johannes BRAHMS
Concierto para violín en Re mayor, op. 77
Franz SCHUBERT
Sinfonía núm. 5 en Si bemol mayor, D 485
JOSEPH SWENSEN violín y director
Entre todas las obras mayores de Brahms, el Concierto
para violín es la que muestra más acabadamente la reconciliación de las dos fases
opuestas de su mente creadora: la lírica y la constructiva, Brahms el
compositor de canciones y el sinfonista. Este concierto es "una canción
para violín a escala sinfónica es uno de los más grandes conciertos para violín
del siglo XIX.
Lo cierto es que el Concierto en Re mayor, si bien
erizado de dificultades, se caracteriza por un notable sentido del balance
entre solo y tutti. Brahms compuso la mayor parte de la partitura en 1878,
durante el segundo de los tres veranos pasados en Portschach, aldea vecina a la
frontera italiana, en las montañas de Carinthia, junto al lago de Wörther. El
año anterior había escrito allí su Segunda Sinfonía, que comparte con el
concierto la misma radiante fisonomía y la misma tonalidad y ese verano, dejó
de lado el Segundo Concierto para piano para trabajar en el de violín.
Había planeado cuatro movimientos, tal como hizo con
el Concierto en Si bemol, pero a sugerencia del gran violinista Joseph Joachim,
su amigo a quien iba dedicado, descartó los dos centrales para sustituirlos por
el actual Adagio, incluyendo el Scherzo primitivamente esbozado en el Segundo
Concierto.
Finalizada la obra, puso la parte de violín en manos
del famoso virtuoso, con el objeto de que ésta se ajustara a las posibilidades
técnicas del instrumento, consulta que corrientemente hacen los compositores
cuando ellos mismos no son ejecutantes. Con la mayor modestia, adjunto a la
música la siguiente nota: "Por supuesto, es mi deseo que corrija la
partitura sin miramientos por la calidad del conjunto y si no la encuentra
aceptable al ejecutarla, me lo diga. Le agradeceré me indique los pasajes
difíciles, embarazosos o imposibles de interpretar". Fue un raro gesto por
parte del músico, índice de la confianza que le inspiraba el juicio del
artista. El concierto fue estrenado el 1 de Enero de 1879 por Joachim como solista, con el compositor
dirigiendo a la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig.
El concierto está orquestado para violín solista, dos flautas, oboes,
clarinetes y fagotes, 4 trompas, 2 trompetas, timbales y cuerdas.
Los movimientos son:
Allegro non troppo (re mayor)
Adagio (fa mayor)
Allegro giocoso, ma non troppo vivace - Poco più presto (re mayor).
.
Franz Schubert acaba de componer su
Sinfonía nº 5 en Si bemol
mayor en octubre de 1816, -contaba a la sazón sólo 19 años-, y sin
embargo la primera audición pública tendría lugar en Viena el 17 de octubre de
1841 bajo la dirección de Michaël Leitermeyer. ¡25 años más tarde!
Esta
sinfonía, parca en su instrumentación orquestal, -el compositor omite las
trompetas, los clarinetes y los timbales-, es una obra de un marcado caracter mozartiano en donde la
riqueza melódica se encuadra en un tratamiento formal de reminiscencias
clasicistas.
La obra
destila un carácter entrañable, íntimo y soñador reflejo del joven Franz que, a
su temprana edad, ya demuestra el pleno dominio de la estructura de la sinfonía
clásica y de las técnicas compositivas vienesas. La obra denota una clara influencia
de Mozart, especialmente –según algunos musicólogos como Brigitte Massin– de la
Sinfonía nº40.estructuralmente respeta el modelo clásico, aunque se separa de
sus predecesores a través de líneas melódicas más libres, mayor número de alteraciones
expresivas, y una concepción romántica de la orquesta más cercana al romanticismo.
Sinfonía núm. 5 en Si bemol mayor, D 485
Allegro, en si bemol mayor
Andante con moto, en mi bemol mayor
Menuetto. Allegro molto en sol menor
Allegro vivace en si bemol mayor
El primer
movimiento, un “allegro” de forma puramente clásica, se caracteriza por la
ausencia al inicio de los compases lentos que sirven como introducción, recurso
que sí aparece en la mayoría de sus otras sinfonías. Schubert domina
perfectamente el
tratamiento de la forma sonata, y añade
su impronta
a través del tratamiento instrumental que diferencia claramente las cuerdas y
el viento madera, y a través de ideas temáticas optimistas y joviales, que
fluyen con una sencillez y una transparencia que reflejan la clarividencia del
genio.
El segundo movimiento,
“andante con moto”, Schubert desarrolla una sección central determinada por un
gran número de modulaciones donde plasma su sello personal, al tiempo que evoca
el más puro estilo mozartiano.
El tercer movimiento el “minueto” Schubert vuelve a reflejar la
influencia de Mozart, y contrasta de forma clara el carácter de cada una de las
secciones. el inicio se caracteriza por su vigor y su entusiasmo. en el “trío”,
le da protagonismo al fagot creando así una atmósfera pastoril.
Finalmente, el allegro vivace” retorna al
carácter jocoso y enérgico del comienzo, desarrollando un jugueteo vigoroso
entre las diferentes familias instrumentales que nos lleva a una exultante
conclusión; bohemio, soñador, de carácter sociable y abierto, Schubert
sorprende con la naturalidad y la sencillez de su música, cuya espontanidad a la hora de hacer la realidad pone de nanifiestosu inspiración y
genialidad.
La calificación del
conciertointerpretado por la Orquesta
Ciudad de Granada para conmemorar “Granada Ciudad de Literatura” galardón muy
merecido, concedido por la Unesco, en el año 2014, y a la vez con la
inspiración de sus músicos, es muy baja, las composiciones musicales, (con la
excepción del finlandésRAUTAVAARA), autor
de la suite Lorca, son muy cuestionables con referencia a su calidad, lástima
que la mal llamada contemporaneidad actual, (vanguardias),nos aporte bien poco
para él futuro, quedando en el olvido posibles reediciones en salas de
conciertos.
No hay nada que objetar en
la interpretación de la O.C.G. como la de su coro, que es incuestionable, su
altísima profesionalidad, adaptándose a toda clase de obras, como se dice
“salvando los papeles.”
Los bellos poemas fueron
empañados por su mala recitación fuera de un profesional de la narración.
En definitiva una noche aburrida,
con aplausos finales que impresionó al público, obligados por los
incondicionales, influyendo en el estado de ánimo para aseverar a la salida,
sin convicción, que les había gustado el concierto.