viernes, 9 de diciembre de 2011

Historia de la MÚSICA SACRA 1ª entrega



En las próximas navidades, la Orquesta Ciudad de Granada, en el Auditorio Manuel de Falla, en su programa interpretará por tercer año consecutivo  el Oratorio de Navidad, Johann Sebastián Bach BWV 248 (cantatas 1-4),  dentro de la música clásica, pertenece al género sacro, por ello trataré de explicar en qué consiste.


El concepto de Música Sacra, aparece ligado a la reforma litúrgica impulsada por el Papa Pio X  ( 1835-1914), que ejerció el pontificado desde 1903 hasta su muerte.

CON LA APARICIÓN del cristianismo debemos asociar la existencia de los primeros testimonios musicales occidentales. Los escasos indicios que poseemos de épocas  anteriores (pinturas, relieves y mosaicos donde aparecen instrumentos y algunos antiguos himnos) no nos permiten conocer cómo era la música de la “antigüedad”. Sin embargo la primitiva iglesia cristiana tuvo especial celo en preservar los cantos y plegarias que formaban parte de la liturgia; patrimonio que fue transmitido de forma oral durante siglos y registrado por escrito a partir de la Edad Media, momento en el que se desarrollaron sistemas de notación que registrar no solo los textos sagrados sino también las indicaciones necesarias para su interpretación durante la misa. No obstante, el concepto de música sacra es mucho más reciente que su existencia. Caracterizar dicho concepto no resulta fácil; ni las funciones ni los textos han permanecido inalterables; celebraciones que hoy se consideran “paralitúrgicas” formaron parte del culto en otros tiempos (tal es el caso de las oraciones gregorianas cantadas con interpolaciones textuales y melódicas que más adelante fueron rechazadas y prohibidas por la iglesia de Roma. La ortodoxia de cada momento ha determinado lo que resultaba o no apropiado; el mismo San Agustín comentaba “apartaría de mis oídos y los de la iglesia todas las melodías de las tiernas cantinelas con las que se acompañan habitualmente los salmos de David”, y el Papa Juan XXII se refería a los compositores del “ars nova” como embriagadores de los oídos que invitaban a la relajación de las costumbres, también se ha criticado la teatralidad introducida por ciertos autores en la música eclesiástica.

Los Padres de la Iglesia. Puesto que fue en las comunidades judías donde inicialmente se asentó el cristianismo, la liturgia deriva también de la judía, en la que se cantaban salmos. ¿Cómo era la música de los primeros cristianos? Resulta difícil responder; probablemente largas series de plegarias recitadas en forma de letanías con músicas solo vocálicas y unísonas; exentas de armonía según los criterios actuales, y poco apropiadas para el acompañamiento musical. Sabemos más acerca de las polémicas y argumentaciones de los padres de la iglesia que, impregnadas de  pitagorismo y platonismo, trataban de desarrollar una teoría acerca de cómo debía el arte de los sonidos. La concepción del mundo como un cosmos armónico hecho por un gran sinfonista es repetida por muchos filósofos cristianos, de la misma manera que la teoría del etbos referida a la música, señala la influencia de los sonidos sobre el alma humana.

En cuanto a la práctica musical, había un rechazo general  hacia la tradición pagana, los espectáculos teatrales y el uso de los instrumentos. Importa el texto como afirmaba Gregorio de Niza; el canto es más rico porque se dirige a la vez a los sentidos y al entendimiento y reúne el ritmo de la melodía con la fuerza sugestiva de la palabra, lo que no implica desprecio hacia la música. La doctrina de los primeros padres sentó algunas de las bases de todo el pensamiento posterior sobre la música sacra; por una parte, lo importante era cantar más con el corazón que con la voz, para hacer llegar las plegarias a Dios y, por otra, la música debía una función docente.

Antecedentes del Gregoriano.  En el antiguo canto sinagogal judío se encuentran los orígenes de las principales formas del repertorio cristiano, base de toda la música litúrgica posterior. La escisión del imperio romano en dos dominios, el oriental y el occidental, determinó la existencia de dos grandes grupos de tradiciones, diferenciadas fundamentalmente por el distinto idioma. De entre las tradiciones orientales, la greco bizantina era la más importante, surgida del rito siriaco de Antioquia y que, básicamente, utilizaba el griego El repertorio mayor lo constituyen los himnos, preferidos en el canto de oficio frente a los salmos de las liturgias occidentales. Entre éstas las más importantes son la ambrosiana y la hispánica. No todas las tradiciones locales han dejado el mismo número de testimonios, algunas desaparecieron por completo antes de que sus melodías fueran escritas. De los cuatro ritos occidentales existentes fue el romano antiguo o paleorromano, usado en Roma y en el centro de Italia, el que finalmente se impuso en todo el orbe católico, quedando los tres analizados a continuación como variedades arcaizantes y minoritarias, pese a que la teoría a cerca de que a partir de él se originó el gregoriano; es hoy muy discutida. De la música galicana no quedan testimonios en estado puro, sino mezclados con el gregoriano; en cualquier caso, parece que tenía muchos puntos en común con la tradición hispánica. El canto ambrosiano o milanés es uno de los repertorios más significativos por su originalidad y por su vigencia hasta el día de hoy en el lugar de su nacimiento, la archidiócesis de Milán. Su paternidad de adjudica a San Ambrosio, arzobispo de Milán entre el 374 y el 397, aunque es difícil concretar sus aportaciones. Entre ellas es casi seguro que está la introducción en la liturgia de los himnos, procedentes de oriente. Se trata de composiciones estróficas e isométricas. A la misma época y también por influencia oriental, corresponde la introducción del canto antifonal, es decir, la alternancia entre dos coros y un solista y un coro. La música del rito ambrosiano no está sometida a los esquemas melódico-modales gregorianos y destaca por sus contrastes; un rígido sílabísmo  (una nota por cada silaba) junto a grandes melismas (varias notas sobre una vocal).

El otro gran repertorio latino es el hispánico  o mozárabe, desarrollado por la iglesia de la península ibérica de las épocas visigoda y asturleonesa, así como por las comunidades mozárabes que quedaron bajo el dominio musulmán. Emparentada con los repertorios romano y ambrosiano, se caracteriza por el canto del “aleluya” con la última silaba adornada con muchísimas notas. Apenas conocemos una veintena de obras de su amplio repertorio ya que cuando fue abolido en el siglo XI, sólo se había escrito en una notación que al no especificar la altura de los sonidos, dificulta su recuperación para la interpretación, carencia que puede observarse en el Antifonario mozárabe de la Catedral de León.

Próximamente, relataré distintas épocas de la Historia de la Música Sacra, base fundamental de nuestra cultura, práctica importantísima en la liturgia cristiana.

Hasta pronto. 

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