martes, 26 de mayo de 2015

CONCIERTO DE ABONO A12 ORQUESTA CIUDAD DE GRANADA AUDITORIO MANUEL DE FALLA JUEVES 28 MAYO 2015



Wolfgang Amadeus MOZART
Sinfonía Núm. 39 en Mi bemol mayor, K. 543


Misa en Do mayor, “de la Coronación”, K. 317
Coro de la Orquesta Ciudad de Granada
Sandra Pastrana soprano
Carlos Mena alto
Diego Blázquez tenor
Ismael Arróniz bajo


Andrea Marcon


ANDREA MARCON director



El Concierto de abono A 12 pone fin a la temporada  2014-2015 de la Orquesta Ciudad de Granada un broche de oro a sus actuaciones  en el Auditorio Manuel de Falla,dirigido por su director artístico Andrea MARCON. Comienza la temporada que viene el 25 aniversario de su fundación,    .
Wolfgang Amadeus MOZART
Sinfonía Núm. 39 en Mi bemol mayor, K. 543
Compuesta a mediados de 1788 junto con las dos siguientes, estrenada en fecha incierta tras la muerte del compositor. Algunos la consideran la Sinfonía Masónica por excelencia.


Las tres últimas sinfonías de Mozart suponen la culminación del clasicismo formal vienés que Haydn (104 sinfonías) y dejan la vía abierta para el posterior romanticismo  de los compositores  centroeuropeos. Pese a lo mucho que se ha escrito al respecto, no existe un “sentimiento romántico” en las últimas sinfonías  de Mozart sino más bien un halo vehemente y jubiloso que se desprende de la propia belleza intrínsica de la composición musical. Para Mozart, la música era, ante todo, música, por encima de las pasiones, desgracias o fortunas, aunque en determinadas ocasiones los aspectos más conocidos de la complicada situación personal del compositor en sus últimos años puedan dar pie a pensar en un acento expresivo que a menudo se confunde con los propios creativos del Romanticismo. Por el contrario, Mozart es un milagro de equilibrio y perfección que la crítica exegética no puede explicar y que hace que su música sea universal y sobreviva a cualquier movimiento creativo de posteriores épocas.

Mozart consiguió superar los esquemas iniciales sinfónicos de los compositores de la escuela Mannheim y se significó en obtener un equilibrio sonoro entre volúmenes de los instrumentos de cuerda y viento y en una caracterización de las ideas temáticas asociadas a determinados timbres orquestales. Mozart no solo valoraba las capacidades técnicas de un instrumento sinp su individualización tímbrica y posibilidades combinatorias, ya que en semejanza, ya en contraste. El protagonismo de los clarinetes en el trío  del minueto de la obra que hoy comento es una buena muestra de los anteriormente dicho. Por otra parte, la abundancia de ideas temáticas en las composiciones de Mozart, con fraseos largos, elocuentes y expresivos, son una superación  del estilo de Haydn, fundamentados en motivos cortos y muy caracterizados. Con ello, Mozart deja la puerta abierta a un inmenso campo de posibilidades en la sintaxis musical.

Las tres últimas sinfonías de Mozart (Sinfonías 39,40 y 41) fueron escritas en un tiempo record de seis semanas y jamás se ejecutaron en vida del autor. Son verdaderas obras maestras de una expresividad, dramatismo y densidad nunca alcanzados hasta entonces y suponen como digo  al principio, la más plena culminación de la sinfonía clásica y de la obra sinfónica del compositor. Fueron escritas estas piezas en uno de los periodos más oscuros de la vida del compositor. Su situación económica y personal era muy precaria; su “Don Juan “, si bien ha tenido gran éxito en su estreno en Praga, no logra seducir a los vieneses; y, por si no fuera poco, su hija Teresa fallece tres días después de completar la sinfonía 39.-
FUENTE: WikipediA.-
 
Esta obra consta de cuatro movimientos:
El primer movimiento empieza con una introducción majestuosa (Adagio) con unas fanfarrias a cargo de la sección del metal. A continuación viene un Allegro en forma sonata, con algunos contrastes muy marcados de intensidad, muy en el estilo galante que forma parte de sus primeras sinfonías. La independencia de la sección de viento, la gran interacción de las partes en general, y el hecho de que el segundo tema en aquellas sinfonías tempranas era, parafraseando a Alfred Einstein, "siempre completamente trivial" -que no es el caso de la n.º 39-, se combina con el segundo grupo que contiene unos cuantos temas, incluyendo un "tema que camina", especialmente adecuado. Estos son sólo algunos de los puntos que distinguen este movimiento de aquellas obras de juventud, con las que tiene más diferencias que similitudes.
II. Andante con moto.
El movimiento lento, en la forma sonata abreviada, es decir, sin la sección del desarrollo, empieza silenciosamente en la sección de cuerda y se expande al resto de la orquesta. Caracteriza a este movimiento el material principal y las transiciones bastante agitadas y enérgicas. La comparación con la quinta sinfonía de Franz Schubert sugiere que podría haber tenido esta sinfonía de Mozart como referente.
III. Menuetto: Trío.
El minueto y el trío son muy interesantes. El trío es una danza folclórica austríaca denominada "landler" y presenta un solo de clarinete. El Menuetto es enérgico es incitado por el carácter del trío con el segundo clarinete que toca arpegios en su registro grave, el de chalumeau.
IV. Allegro.
El movimiento final también sigue la forma sonata; el tema principal del cual, como en el último Quinteto de cuerda en re, es básicamente una escala, ascendiendo y descendiendo. La sección del desarrollo es dramática; no hay ninguna coda, pero tanto la exposición, como el desarrollo en la parte final de la recapitulación, son repetitivos.
 
 
 
 

  Misa en Do mayor, “de la Coronación”, K. 317





Mozart escribió esta misa en la primavera de 1779 para las celebraciones de Pascua, y al igual que toda la música compuesta en este periodo muestra su madurez compositiva. Es ya su decimosexta misa.
Parece ser que el sobrenombre de esta misa se debe a que fue interpretada en Viena durante las celebraciones de la coronación de Leopoldo II, en 1791, o la del emperador Francisco II, en 1792.
Fechada, pues, en marzo de 1779, se trata de una obra evolucionada y brillante, de orquestación eminentemente sinfónica.
 
El Kyrie empieza sin preámbulo orquestal, con un Andante maestoso y tras una introducción coral que nos lleva a un Piu andante, parte solista de soprano y tenor, que entonando el Christe eleison, en modo menor, retoman el Kyrie de nuevo, en modo mayor, para terminar con el Andante maestoso cantado por el coro en su conjunto.
De modo análogo se inicia el Gloria. Mozart reparte el texto entre las partes solistas desde Domine Deus. Más adelante recurre a una especie de estilo motete (Misere, Suscipe) con breves imitaciones previas. Tu solus Altissimus impone a la soprano las notas más agudas; Jesu Christe las más graves. Esto, como también el fugato que empieza con los solos, pertenece al vocabulario tradicional de la exégesis.
El Credo se interpretaba después del sermón. Mozart lo inicia con un preludio orquestal de sólo cuatro compases y la declamación homófona de las sílabas. Vigorosos acentos forte-piano subrayan las palabras Dominum Jesum Christum, líneas descendentes describen el Descendit de caelis y Et incarnatus est. Sigue el Crucifixus con alteraciones armónicas, y un vacilante Et sepultos est. Et resurrexit refleja la Resurrección y Et unam sancta ecclesiam se aferra a la tonalidad de Do Mayor, que es la tonalidad madre de la Misa.
El Sanctus es conciso; la mención del Cielo (in excelsis) induce a Mozart a componer extensas modulaciones cantadas sin texto.
El Benedictus, que forma parte en realidad del Hosanna, fue separado de éste y musicalizado tras su conversión, mientras se continuaba el misal en silencio. Mozart empieza por escribir el preludio para cuerdas, de diez compases, y una parte expresiva para solistas.
En el Agnus Dei, el comienzo del solo de soprano guarda un parecido muy grande con el comienzo del aria de la Condesa de Almaviva “Dove sono i bei momenti”, nº 19, de Las bodas de Fígaro (1785/86), hecho que ha dado pábulo a considerar las obras religiosas de Mozart como eminentemente operísticas; termina el Agnus Dei con una semicadencia sobre la dominante de Do Mayor y, a partir de aquí, empieza el Dona nobis pacem que toma el tema del Kyrie, que inició la soprano solista, como un deseo de unidad y cohesión interna de la Misa.
 
 -  Kyrie
- Gloria
- Credo
- Sanctus
- Benedictus
- Agnus Dei



HASTA PRONTO.-

sábado, 16 de mayo de 2015

CONCIERTO DE CÁMARA OFRECIDO POR ENSAMBLE HEMIIOLIA CON MOTIVO DEL XX ANIVERSARIO DE LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DE LA ORQUESTA CIUDAD DE GRANADA EN EL PATIO DE LA CASA DE LOS TIROS EL 16 DE MAYO 2015.




RECUERDO DEL SEGUNDO CONCIERTO DE CÁMARA ANIVERSARIO AMIGOS O.C.G.  CUERDAS (VIENTO- MADERA).

 

W.A. Mozart (1756-1791)

Cuarteto para flauta y cuerdas KV 285 en Re mayor

Allegro, Adagio, Rondeau

 

F. Devienne (1759-1803)

Cuarteto para fagot y cuerdas op. 73

Allegro,Spirituoso, Adagio cantábile, Allegro moderato.

 

W.A. Mozart (1756-1791)

Allegro, Adagio, Rondeau:Allegro “Ram”.-

 
Integral de Cuartetos para flauta y cuerda (Se interpretó el núm. 1 KV285 en Re mayor).

Son cuatro los cuartetos para flauta y cuerda compuestos
por Mozart, con frecuencia numerados correlativamente
del uno al cuatro, situados en Mannheim
y fechados entre diciembre de 1777 y febrero de 1778,
como si formaran una colección, pero según los investigadores
de su obra —Saint-Foix, Massin, etc.— esa
unificación no es exacta.
 
De acuerdo con este criterio, el carácter de grupo es
aplicable únicamente a los tres primeros, compuestos
en las fechas indicadas, de los que el primero, en Re
mayor, aparece ya en el catálogo de Kóchel con el número
285. Los otros dos, en Sol mayor y Do mayor,
fueron incorporados al orden de Kóchel por Einstein
con los números 285a y 285b.
 
Corresponden a la estancia de Mozart en Mannheim
con la esperanza fallida de quedarse en la capilla de
la Corte. Su entrega a las tres obras responde al encargo
del médico Ferdinand De Jean, tenido entonces por
rico holandés, que le llega a través de su amigo, el flautista
y compositor Johann Baptist Wendling.
 
Al referirse a este encargo, Mozart afirma en febrero
de 1778 haber compuesto tres cuartetos y dos concertinos
para De Jean. Los tres cuartetos son los mencionados,
y de los concertinos sólo uno es original para
la ocasión, el escrito en Sol mayor K. 313, llamado
Dejean. El otro es una trasposición para flauta del compuesto
en Salzburgo en el verano de 1777 para oboe,
en Do mayor K. 27 lk, que transporta a Re mayor,
y que ha quedado como K. 314.
 
Con estos antecedentes no hay duda de que el número
cuatro queda fuera del grupo anterior. Se trata
del Cuarteto en La mayor K. 298, que ha sido situado
en Viena, posiblemente en 1787. Lo confirma, además,
la clara diferencia entre los tres primeros, escritos
de forma sucesiva, y el cuarto.
 
Los tres primeros han sido calificados por algunos
biógrafos como productos alimenticios, puesto que Mozart,
más que responder a una intención personal, atendía
un encargo —por 200 florines— para procurarse
ingresos en su difícil situación económica en Mannheim.
Pero, en cualquier caso, son los cuatro los que forman
la integral de su obra en el cuarteto para flauta y trío
de cuerda.
 
Cuartetos para flauta y cuerda núms. 1, 2 y 3, K. 285,
285a y 285b
 
Aunque Mozart sólo tratara de cumplir con el encargo,
lo cierto es que el resultado va más allá de la
música de entretenimiento; eso sí, dentro de su planteamiento
en el estilo galante. Desde el punto de vista
de las formas, rompe en parte el equilibrio, dando
mayor relieve a la flauta en un conjunto concertante.
Sin embargo, el vuelo del tiempo lento del primero
se apoya en una mayor profundidad y expresividad que
enlaza, sin pausa, con el brillante Rondó final. En los
otros dos es más conciso, como ateniéndose con rigor
al deseo de Ferdinand De Jean, que quería obras cortas
y fáciles. Detrás de este doble juego de cumplir y
liberarse del encargo, es probable que se esconda el mínimo
interés de Mozart por la flauta, lo que no deja
de ser una paradoja divertida y curiosa en el que iba
a ser autor de una obra maestra llamada La flauta mágica.-
 
 
 
 
Desde 1638, cirio en que se publicó el libro del español Bartolomé
de Selma, basta bien avanzada nuestra época, este ciclo nos
propone un recorrido histórico de casi cuatro siglos alrededor de la
literatura musical para el fagot, el instrumento grave de la familia
del viento-madera. En tan largo período, el instrumento ha evolucionado
con mucha intensidad, desde el bajón que tanto se utilizó
en las capillas musicales del Antiguo Régimen hasta el fagot contemporáneo.
Pero el prototipo organológico ha mantenido unas
constantes a través de la obtención del sonido mediante la doble
lengüeta, y tanto en los grupos orquestales como en la música de
cámara ha originado obras de gran belleza


En las décadas finales del siglo XVIII apareció en la escena musical
francesa, al lado de Cherubini, Grêtry y Mehul, un joven compositor
e instrumentista: FRANÇOIS DEVIENNE. Tocaba de forma
virtuosa dos instrumentos muy diferentes, la flauta y el fagot.
Su Método de Flauta, aparecido en 1794, dio prueba de sus excepcionales
cualidades pedagógicas. Esta célebre obra le proporcionó
una plaza de profesor en el Conservatorio de París, fundado
poco después, y sirvió a numerosas generaciones de flautistas
tras su prematura muerte.
Devienne trabajó como instrumentista de viento en numerosas
orquestas de París, tocando frecuentemente sus propias obras como
solista. Sus contemporáneos realzaban el carácter tierno y melancólico
en su forma de tocar el fagot.
Fue un compositor muy prolífico: escribió numerosas óperas,
muchos conciertos para flauta y para fagot, así como numerosas
obras de música de cámara en las que dio un papel de solista al
fagot.
 
Los tres Cuartetos para fagot, violín, viola y violoncello, nos
muestran de forma magnífica el elegante estilo con que trataba las
cualidades sonoras de este instrumento: Fueron publicados hacia
1800, y poco después los publicó como Op. 75 sustituyendo al fagot
por el clarinete.-
 
 
Cuarteto en Fa mayor para oboe, violín, viola y violonchelo,
K. 370 (368b)
Después de los cuartetos para flauta y trío de cuerdas
(cuatro o tres más uno, como comentamos en el
segundo programa de este ciclo) compuestos por Mozart
en Mannheim entre 1777 y 1778, este Cuarteto
en Fa mayor es su primer nuevo contacto con la combinación
viento-cuerdas.
 
Estamos en los primeros meses de 1781, el escenario
ya no es Mannheim, ni siquiera Salzburgo, sino Munich.
Mozart está en uno de sus intensos períodos creadores.
Se interesa tanto en componer, que renuncia a
su pasatiempo habitual, el teatro,porque —dice—por
la noche es cuando se compone mejor. Llega el estreno
de Idomeneo y, liberado del trabajo que ha supuesto,
cumple el compromiso de escribir este Cuarteto en
Fa mayor para su amigo el oboísta Friedrich Ramm.
La relación y posterior amistad entre ambos había empezado
en 1777, tras ser presentados en casa de Christian
Cannabich.
 
Mozart sigue un plan concertante que no impide un mayor
lucimiento del oboe en razón, sobre todo, de la
expresividad de su timbre. Los contrastes se establecen
entre la mayor profundidad del primer movimiento
—que conserva en el Adagio central en Re menor—
y el carácter animado del Rondó final.
 
Friedrich Ramm, que lo estrenó, ha dado sobrenombre
a la obra, mencionada ocasionalmente como Cuarteto
«Ram».
 



 HASTA PRONTO.-