Después del paréntesis del Concierto de Navidad, vuelvo con una segunda entrega de la Música Sacra.
El canto en los monasterios. Papas como san Gregorio y monjes como san Benito, fijaron las líneas generales de la liturgia cristiana, ordenada en dos tipos de celebraciones: la misa y el oficio.
A su vez en la misa existían dos tipos de oraciones y, por tanto los cánticos: el ordinario o común, formado por las partes “fijas” que repiten siempre el mismo texto; y el propio o “móvil” al que corresponden textos y melodías distintos según el tipo de celebración o la festividad del día. Los cantos correspondientes al ordinario de la misa más importantes eran: el Sanctus, integrado textual y melódicamente en el prefacio al que más tarde se añadió el Benedictus, el Agnus Dei, canto sencillo con estructura de letanía que acompañaba el reparto de la sagrada forma; el Gloria in excelsis Deo, himno poético de carácter recitativo que con el tiempo se convirtió en un canto coral festivo; y los Kirie eleison, uno de los repertorios más amplios y variados que, en el ritual de los cristianos antiguos constituían la respuesta de la asamblea durante el canto de las letanías; en el siglo XI, se introdujo el Credo. A los cantos del repertorio propio correspondían oraciones como el introito, gradual, alleluia, ofertorio, comunión, tracto o evangelio. Los actos litúrgicos de la misa romana de oficio se repartían en tres grupos: oraciones, lecturas y psalmodia o cantos. A su vez el canto de los salmos se distribuía a lo largo de la jornada de acuerdo con las horas canónigas. Al recitado de los salmos solían añadirse algunos cánticos propios de cada hora (el Benedictus en laudes o el Magnificat en vísperas).
Nacimiento del Canto Gregoriano. Uno de los capítulos más polémicos de la historiografía musical es el origen del gregoriano. Hay quienes mantienen que deriva del antiguo canto romano que se utilizaba en el siglo VI, y quienes consideran que es resultado del encuentro en territorio franco de rito romano con la tradición galicana. Lo cierto es que el gregoriano constituyó un elemento de unidad litúrgica y política, utilizado por el imperio carolingio dentro del contexto de la llamada “renovatio” carolingia. Fue en esa época cuando se empezó a aplicar al gregoriano la teoría musical griega.
El benedictino romano Gregorio, ascendió a la cátedra de San Pedro en el año 590; una de sus más importantes tareas pastorales fue ordenar la distribución y sucesión de las oraciones litúrgicas con la intención de desarrollar un “cuerpo” unificado que fuera de aplicación en todo el mundo católico. Compiló textos y melodías, adjudicó a cada uno su función dentro de la misa y estableció las normas para la ejecución de los distintos cantos. También determinó que las piezas más difíciles fueran interpretadas por cantores especializados, formados en las “schola cantorum”, cuya creación se le atribuye.
Con el resultado de la evolución histórica, el gregoriano o canto llano constituye hoy un repertorio de miles de melodías con estilos y formas diferentes y gran número de variantes locales; no obstante, y gracias a la labor de san Gregorio Magno, de quién tomó el nombre, todas comparten su carácter monódico, su función litúrgica y el uso de la lengua latina. Además de las melodías para el ordinario de la misa, el repertorio de cantos más habituales lo integran.
Salmos cantos de alabanza o súplica dirigidos al Señor. Forman el núcleo esencial de las horas de oficio. Son cantos silábicos con entonación, un tono de recitación (nota sobre la que se canta la mayor parte del versículo) y cadencias en el medio y al final. Responsorios: es una forma salmodial en la que se establece un dialogo entre el solista y el coro. El salmista interpreta un versículo y la asamblea contesta con el responsa. Antífona: son piezas breves y sencillas y muy numerosas. También se ejecutan en forma dialogada se cantan antes y después de los salmos, en las horas canónicas. Existe una gran variedad textual y melódica y constituyen el repertorio básico de la “schola.” Gradual: tiena una forma responsorial y es el que tiene las melodías más adornadas. Ocupa su lugar en la misa después de la primera lectura. Alleluia: al recitado solista de cada versículo, el coro responde con la palabra alleluia adornada con un gran melisma sobra la última “a”.
Evolución y vigencia del Canto Gregoriano. El relato cronológico de la historia de la música puede causar la errónea impresión de que el gregoriano corresponde a una etapa antigua, a la que sucedió otra en la que la polifonía ocupó su lugar. No es así, el canto llano no sólo ha perdurado hasta hoy, sino que al menos hasta el siglo XVII, mantuvo su papel principal dentro de la liturgia. El canto gregoriano tiene su propia historia, paralela y superpuesta a la música polifónica y su vigencia abarca casi un milenio.
La ortodoxia religiosa ha expurgado numerosos cantos del repertorio: a mediados del siglo XII los monjes cistercienses aplicaron sus criterios de austeridad a las melodías, reduciendo su ámbito melódico y recortando melismas; lo mismo hicieron los dominicos en el siglo XIII. Paralelamente, el desarrollo del ritmo mensural en la polifonía influyó sobre el canto gregoriano, sometiéndolo también a un compás. A finales del siglo XVI, la contrarreforma católica decidió eliminar del canto llano todo lo que se consideraba ajeno a la pureza litúrgica de los primeros siglos y a comienzos del siglo XVII, se publicaron las “Ediciones mediceas” que eliminaban del repertorio tradicional todos los melismas.
En la próxima entrega abordaré La música Medieval.- Hasta pronto
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