viernes 16 noviembre 2018 / M2
Auditorio Manuel de Falla, 20:30 horas
MOZART INSTRUMENTAL / Violín
Wolfgang Amadeus MOZART
El rapto en el serrallo, obertura, KV 384
Concierto para violín núm. 5 en La mayor, KV 219
Joseph HAYDN
Concierto para violoncello en Do mayor, Hob.VIIb:1
Sinfonía núm. 100 en Sol mayor, “Militar”
SERGEY MALOV violín, violoncello da spalla y director
Wolfgang Amadeus Mozart tenía 25 años y quería por fin tomar el rumbo
de su propia vida. Se fue a Viena. Incluso cuando su padre siempre
intentaba influenciarle desde Salzburgo: Wolfgang ya no dejaba que nadie
se inmiscuyera en su vida. Además estaba enamorado. La familia Weber,
que conocía desde años atrás, le alquiló una habitación. Allí componía,
muy bien cuidado y con una relación amistosa con la familia, nadie le
molestaba. Además: pretendía casarse con Contanze, la hija de la familia, un deseo que al principio le mantuvo en secreto a su padre Leopold.
En este tiempo Mozart recibe el encargo del emperador Joseph II de componer una ópera “El rapto en el serrallo”.
Muchos
críticos ven paralelismos en el contenido de esta obra con su situación
privada. Al fin y al cabo, Mozart era un artista sin recursos y por
ello su futura suegra Cäcilia Weber no quiso concederle la mano de su
hija Constanze. En efecto, las dificultades por las que atravesaba el
amor de Mozart hacia Constanze fueron tratadas en esta ópera. Pero
naturalmente estas son solo suposiciones…
La ópera de Mozart con una profundidad emocional total
Es un hecho que “El rapto en el serrallo”, aunque encuadrada como una
ópera turca divertida y entretenida, es una obra con una profundidad
emocional total. Los personajes son muy polifacéticos y desarrollan una
complejidad insospechada. Así Mozart le escribe a su padre refiriéndose a
un aria del Osmín: “En este aria he dejado que se vislumbren sus tonos
más profundos”.
Esta ópera de Mozart se diferencia de muchas
otras obras de su tiempo. El argumento está escrito siguiendo como
modelo al del libreto de la opereta “Belmonte y Constanza, o “El rapto
en el serrallo” del compositor de comedias alemán Christoph Friedrich
Bretzner, Mozart corrigió y adaptó esta obra a sus ideas con el
libretista Johann Gottlieb Stephanie.
Amantes a la fuga
Los protagonistas son una joven española llamada Constanza, su criada
Blonde y su novio, el sirviente Pedrillo. Los tres fueron capturados
durante un abordaje pirata y fueron separados y vendidos en un mercado
de esclavos. Así llegan al palacio del Pachá Selim en la costa turca.
Belmonte, un noble español que está prometido con Constanza, inicia su
búsqueda y consigue acceso al palacio. Allí se encuentra con Pedrillo y
planean la liberación de Constanza y de Blonde. Pero no será tan fácil.
El Pachá intenta ganarse el amor de Constanza, y a su vez el guardia de
los esclavos Osmín intenta ganarse el amor de Blonde. Pero ninguna de
las dos mujeres quiere saber nada de ellos y están esperanzadas en su
liberación.
Finalmente, Pedrillo consigue dejar fuera de combate a
Osmín emborrachándole con vino, Belmonte consigue ver por fin a
Constanza y comienza la huida. Esta parece salir bien, pero en el último
momento es frustrada por el Pachá Selim y Osmín. El Pachá Selim quiere
condenar a muerte a todos los que intentaron escapar, pero entonces les
concede clemencia: él considera este hecho como mucho más gratificante
que quitarle la vida a otras personas.
La música turca muy de moda por aquella época
La composición de Mozart contiene multitud de resonancias de la
“música turca”, que se intentó imaginar así en el siglo XVIII. Así
Mozart amplió la orquesta clásica de Viena para poder incluir
instrumentos inusuales que hasta la fecha no se conocían procedentes del
instrumentario musical de la música jenízara, como por ejemplo:
platillos, tambores turcos muy grandes, flautines y el triángulo. A
Mozart todo esto le divertía muchísimo, su ópera recibió con esta
“música turca” un cierto sabor especial.
Wolfgang Amadeus Mozart alcanzó con la opereta de tres actos “El rapto en el serrallo” la primera de sus numerosasos obras maestrasdentro del mundo de la ópera. Esta obra fue estrenada el 16 de Julio de 1782 en Viena y obtuvo un gran éxito.
El rapto en el serrallo, obertura, KV 384 Se tiene la oportunidad de visionar la ópera completacon subtitulos en epañol.-
Concierto para violín núm. 5 en La mayor, KV 219
Conforme adquirió madurez, cada uno de los conciertos
para violín de Wolfgang Amadeus Mozart se volvía más largo y épico que
el precedente, y para cuando compuso el Concierto no. 5 (llamado el
“Concierto turco”), Mozart logró crear algo muy similar al concierto
solista del siglo XIX. Aunque la pieza en sí misma está claramente
dentro de los límites de la tradición del concierto de cámara clásico,
su escala (de alrededor de 25 minutos) y el grado de dificultad técnica
son síntomas que marcaron la historia del violín. Muchas piezas con
igual o mayor dificultad ya se habían escrito cuando llegó el Concierto
no. 5, pero ninguna de ellas sobrevivió el paso del tiempo y, muy
seguramente, ninguna es una música tan formidable. Un caballo de batalla
del repertorio de los estudiantes y un básico de la dieta del
violinista profesional, el no.5 de Mozart puede ser el concierto para
violín más ejecutado de la historia.
El enfoque dramático del concierto es impresionante: es casi una ópera disfrazada de concierto, con el solista como protagonista. Mozart no le pide al solista participar tímidamente en el primer movimiento luego de que la orquesta haga como requisito la exposición del material principal, en cambio, hace un alto total al Allegro aperto justo en el punto de la entrada del violín solo y ofrece seis maravillosos compases de Adagio. El Allegro aperto reinicia casi inmediatamente, pero el hecho de que el solista tuviera el poder de detener el ensamble completo en un momento tan inesperado permanece fresco en el resto del concierto –cabe mencionar que, a pesar del reinicio del carácter inicial, el violinista participa con una melodía completamente nueva, electrizante y de altos vuelos, para acompañar esa música.
El Adagio es un movimiento soberbio, más largo por un margen considerable que los movimientos lentos de los cuatro conciertos previos. La melodía inicia sublimemente, y en su porción central atestiguamos uno de los pasajes más impresionantemente bellos jamás concebidos.
Mozart acude de nuevo a un final tipo Rondó francés, mismo que utilizó en los terceros movimientos de los conciertos 3 y 4 (Tempo di menuetto). En un Rondó francés, el movimiento básico es interrumpido a medio galope por una sección contrastante en todos sentidos con lo anterior, y es este contraste –un frenético Allegro– que da el apodo de “Concierto turco” a la obra.
Fuente: Blair Johnston para www.allmusic.comEl enfoque dramático del concierto es impresionante: es casi una ópera disfrazada de concierto, con el solista como protagonista. Mozart no le pide al solista participar tímidamente en el primer movimiento luego de que la orquesta haga como requisito la exposición del material principal, en cambio, hace un alto total al Allegro aperto justo en el punto de la entrada del violín solo y ofrece seis maravillosos compases de Adagio. El Allegro aperto reinicia casi inmediatamente, pero el hecho de que el solista tuviera el poder de detener el ensamble completo en un momento tan inesperado permanece fresco en el resto del concierto –cabe mencionar que, a pesar del reinicio del carácter inicial, el violinista participa con una melodía completamente nueva, electrizante y de altos vuelos, para acompañar esa música.
El Adagio es un movimiento soberbio, más largo por un margen considerable que los movimientos lentos de los cuatro conciertos previos. La melodía inicia sublimemente, y en su porción central atestiguamos uno de los pasajes más impresionantemente bellos jamás concebidos.
Mozart acude de nuevo a un final tipo Rondó francés, mismo que utilizó en los terceros movimientos de los conciertos 3 y 4 (Tempo di menuetto). En un Rondó francés, el movimiento básico es interrumpido a medio galope por una sección contrastante en todos sentidos con lo anterior, y es este contraste –un frenético Allegro– que da el apodo de “Concierto turco” a la obra.
1.Allegro Aperto - Adagio - Allegro Aperto 2.Adagio 3.Rondeau - Tempo di Minuetto
Joseph HAYDN
Concierto para violoncello en Do mayor, Hob.VIIb:1
Con sus movimientos “Moderato – Adagio - Allegro” el concierto para violoncello
fue compuesto probablemente en 1761 ó 1762 y estrenado por el violoncellista
Joseph Franz Weigl con la orquesta de Esterházy en Eisenstadt, Austria.
Hasta hace poco se creía que Haydn [compositor de incontables sinfonías,
cuartetos para cuerdas y sonatas para piano] había producido sólo algunos conciertos.
Después de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, han salido a la luz más de veinte.
El Concierto para Violoncello en Do mayor es una de esas obras. En 1761
Haydn dejó atrás diez años de trabajo como compositor independiente para entrar
en la corte del príncipe Anton Esterházy, donde permaneció durante cerca de
tres décadas. El príncipe empleaba una orquesta residente que era considerada
grande: inicialmente tenía 11 intérpretes más algunos adicionales provenientes del
personal militar del príncipe y de las iglesias locales. Aprovechando estos
recursos y el entusiasmo del príncipe por la música, Haydn aumentó el número de
la orquesta a 28 instrumentistas: pares de flautas, oboes, fagotes, trompetas y
trompas. Haydn estaba impresionado por la calidad de los músicos de Esterházy y
se dedicó a componer conciertos para ellos. El concierto para cello en
Do mayor fue uno de los primeros. La escribió para Joseph Franz Weigl, un violoncellista
y compositor empleado en Esterháza entre 1761 y 1769. Una copia de la obra
llegó a la biblioteca del conde Kolowrat de Praga, a quien le gustaba
coleccionar conciertos para violoncello. Tenía alrededor de 30 de ellos
copiados para que los interpretara su orquesta residente. El conde, como la
mayoría de los entusiastas de la música de la época, se preocupaba mucho por
contar con las últimas novedades, aunque no se planteaba lo importante que era
preservar la música para la posteridad. La obra no se publicó y cuando dejó de
tener el atractivo de la novedad, desapareció. Todo lo que se sabía de ella era
que figuraba en un catálogo de sus obras que Haydn elaboró en 1765. Durante dos
siglos se creía que el concierto (además de, posiblemente, otro concierto en Do
mayor para cello que también aparece en el mismo catálogo) se había extraviado.
En 1937 Anthony van Hoboken lo incluyó en su monumental catálogo de Haydn como
obra perdida. Pero la partitura se había conservado en bibliotecas privadas de
Praga. El otro concierto en Do no se ha podido encontrar. Su tema de apertura,
que aparece en el catálogo de Haydn, es lo suficientemente parecido al del
concierto que tratamos para que los estudiosos piensen que ambos deben haber
sido versiones diferentes de la misma obra. Ninguno de los dos debe confundirse
con el posterior Concierto para Violoncello en Re mayor, compuesto en
1783. Tras la Segunda Guerra Mundial muchas colecciones privadas de
Checoslovaquia fueron confiscadas por el gobierno y llevadas a la Biblioteca Nacional.
Fue allí, en 1961, donde el musicólogo Oldrich Pulkert descubrió la partitura del
concierto. Los estudiosos de Haydn establecieron su autenticidad y su estreno
moderno por el violoncellista Milos Sádlo y la Orquesta Sinfónica de la
Radio Checoslovaca dirigida por Charles Mackerras, tuvo lugar el 19 de Mayo de
1962. Esta obra temprana (contemporánea de las Sinfonías 6, 7 y 8) ya muestra
que Haydn es un maestro de la escritura instrumental. La parte del solo de cello
es completamente idiomática. El concierto refleja la forma ritornello
del concierto barroco así como la estructura naciente de la forma allegro de sonata.
Como en los concerti grossi barrocos, el conjunto orquestal es pequeño:
cuerdas, dos oboes y dos trompas. Es posible que Weigl fuera el único violoncellista
de la orquesta Esterházy cuando Haydn compuso el concierto, ya que en la
partitura existe una sola línea de violoncello, marcada alternativamente
“solo” y “tutti”. Sin embargo, también hay una línea de basso continuo
que pudo ser interpretada por cualquier otro violoncellista, por el
propio Haydn al clave, o por un contrabajo. El virtuosismo del solista es patente
tan pronto como el cello hace su entrada. Tras la introducción
orquestal, el solo del instrumento interpreta el tema de la apertura con
acordes plenos que utilizan las cuatro cuerdas. El virtuosismo se despliega aún
en mayor medida con notas rápidamente repetidas, la extraordinaria gama de
agudos y los veloces contrastes del registro. Haydn confió a su solista una cadenza
hacia el final del primer movimiento.
En el movimiento lento (orquestado sin vientos) el violoncello
hace su entrada dramáticamente con una nota larga, tocando mientras las cuerdas
de la orquesta vuelven a abordar el tema de la apertura. Dos compases más tarde
el cello continúa imitando esta melodía. A Haydn le gustaba este gesto:
dentro del movimiento, el violoncello hace su entrada varias veces sobre
una nota sostenida. Este movimiento, como el primero, incorpora una cadenza.
En el finale, airoso y cordial, también el violoncello
entra con una nota larga, tras una extensa introducción orquestal. Una vez interpretado
ese tono, el cello parece quedar atrapado dentro de sí mismo y regresa a
él una y otra vez. En este movimiento se explota el virtuosismo del instrumento
solista, especialmente en los pasajes donde el violoncello alterna entre
tonos bajos y altos, de modo tal que pareciera que dos instrumentos interpretasen
un contrapunto. Haydn utiliza varias veces la entrada con notas sostenidas, la
última de las cuales es un Sol muy agudo y penetrante.
La
música del compositor austriaco Franz Joseph Haydn gozó de una gran
popularidad en su época, no sólo en el área germana debido a su trabajo
como compositor de la corte de los Esterházy, para quienes trabajó
durante más de treinta años, sino en varios países europeos –entre los
que se encuentra España, con su relación con el Duque de Alba y la
Condesa-Duquesa de Benavente– donde su música camerística estaba siendo
muy bien acogida. Sin embargo, si hay una ciudad donde Haydn haya tenido
una aceptación más que positiva y fructífera, esa ha sido Londres. La
capital inglesa ya conocía la música del creador desde 1765 a través de
sus cuartetos de cuerda. Pero en 1790, cuando realizó su primer viaje a
la ciudad para dar a conocer sus sinfonías obtiene un éxito sin
precedentes en toda su carrera, lo que hizo inevitable una segunda
visita que alargaría de febrero de 1794 a julio de 1795. Durante estas
dos estancias, influido por todos los honores y fama de su estancia en
Londres crea el ciclo de sinfonía “Londres”, un total de 12 sinfonías,
que pueden considerarse la culminación de su composición orquestal.
La Sinfonía nº 100
fue compuesta durante su segunda estancia londinense, a lo largo de
1794. Esta fue la pieza orquestal más famosa de Haydn durante aquellos
años debido a su segundo movimiento, del que toma su denominación la
sinfonía, “militar”. Para crearlo, el compositor recicló música de un
movimiento de una obra precedente: el Concierto para dos liras organizzate Hob VIIh/3 (1786), que escribió para Fernando IV, rey de Nápoles. En cuya sección central, dentro de una forma lied (A-B-A),
Haydn introduce un set de percusión –denominada “turca” en aquella
época– compuesta por platos, triángulo y bombo, además de conferir gran
importancia a la sección de metales. Esta sonoridad fue tomada por el
público desde un sentido militarizado, como un canto en contra de la
Francia revolucionaria, con la que Reino Unido estaba en guerra.
La construcción formal de esta obra se ciñe al estándar de
la sinfonías en cuatro movimientos desarrollado por Haydn. Sin embargo,
el compositor austriaco no nos deja de sorprender a lo largo de ella. El
primer movimiento es introducido por un Adagio pesante en un registro grave, que le confiere una oscuridad que contrasta con la exposición del tema del Allegro
posterior, por flautas y oboes, con un registro brillante para cada uno
de ellos. Con este recurso el compositor nos guía a través de un
movimiento convencional de forma sonata, pero lleno de novedades
auditivas. El segundo movimiento ya sorprende por no ser el lento, sino
un Allegretto, que influye en que el Minuet del tercero sea ralentizado. El Finale, con una forma Rondó-Sonata, es tan rico y sorprendente como el Allegretto,
ya que introduce todas las novedades de éste, pero, además, nos
enfrenta a contrastes bruscos de densidad, dinámica y tímbrica que crean
una gran novedad dentro del estilo de la época. Con esta sinfonía,
Haydn nos regala una música elegante llena de una inventiva tímbrica,
melódica, armónica y formal, que muestra la creatividad y técnica
propias de un genio de la música que, hoy en día, sigue siendo un
referente en la búsqueda de soluciones formales y tímbricas dentro de la
música orquestal.
Joseph HAYDN
Sinfonía núm. 100 en Sol mayor, “Militar”
1. Adagio - Allegro
2. Allegretto
3. Minueto e Trio - Moderato . Finale - Presto
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